Breve momento de una utópica realidad humana

Sobre el terremoto en la Ciudad de México del 19 de septiembre del 2017.


Jueves 21 de septiembre de 2017
Ciudad de México

Existe un sólo momento de realidad en una tragedia como ésta. Un momento que revela, en carne viva, la verdadera naturaleza humana. Un momento en el que los medios se dedican enteramente a difundir información con el fin de agilizar, ayudar e informar oportunamente sobre todo lo que ocurre. Un momento en el que los rescatistas no son suficientes y es completamente necesaria la labor desesperada y carente de experiencia de los voluntarios. Un momento en el que la ayuda se aprecia y acepta con las manos abiertas, sin hesitar ni dar importancia a quién la brinda. Un momento en el que las empresas muestran verdadera misericordia y se solidarizan sin esperar ningún tipo de recompensa a cambio; o al menos no teniendo ésta como principal motivación. Un momento en que se liberan redes telefónicas y de internet, en que el agua es regalada como debiera ser, en que los hospitales y doctores aceptar tratar enfermos sin costo alguno o necesidad de derechohabiencia; en que los servicios de transporte, particulares y públicos, funcionan gratuitamente. Un momento en que la gente deja subir a desconocidos a sus coches, en que ayuda a mover a los heridos hasta un lugar donde estén fuera de riesgo, en que aceptan el liderazgo espontáneo y natural de aquellos que trepan intempestivamente los escombros y coordinan; en que las pertenencias materiales pasan a un plano sin importancia alguna. Un momento en el que hasta las instituciones políticas son conscientes de la gravedad del asunto y se reducen a una versión completamente humana; un momento en el que ésta clase deja de ser aborrecida, como normalmente lo es en un país como México, y la sociedad y ellos aceptan trabajar codo a codo con el mismo objetivo. Un momento en el que somos conscientes de nuestra vulnerabilidad y toda noción de especie superior desaparece por completo, nos sabemos indefensos, nos sabemos impotentes, incapaces, inciertos del porvenir. Es un momento de miedo, en el que actuamos según nuestro instinto más básico de supervivencia; durante el que curiosamente nos mostramos enteramente empáticos y solidarios con cualquier otro. Un momento de honestidad compartida; mas sólo es eso, un momento.

Una vez que pasa, los medios comienzan a lucrar con el evento, a utilizarlo como mera propaganda y reducirlo a un elemento más de su programación; es aquí cuando vuelve a importar el rating, cuando la cobertura recupera la consciencia y se da cuenta de que tiene que ser conmovedora, dramática y sobre todo tiene que mantener al espectador atento. Es aquí cuando los rescatistas capacitados toman el control de la situación, y, ante el riesgo que supone maniobrar en los escombros, prescinden de la gran parte de voluntarios civiles quienes se enervan ante tal situación y comienzan a recordar el odio que compartían ante las instituciones. Es aquí cuando los actos de personajes políticos vuelven a ser vistos como simples actos de campaña, cuando agresivamente se empieza a buscar responsables y a asignar culpas a aquellos que a la par continúan los esfuerzos de rescate. Es aquí cuando brotan las empresas oportunistas que buscan mostrarse como una segunda brigada de compañías solidarias, que en realidad distan mucho de las primeras; éstas maquillan promociones que sólo benefician sus intereses comerciales para dar la impresión de un apoyo real, condicionando muchas veces la magnitud de su ayuda ante la magnitud de inversión que hagan los consumidores en sus empresas. Es aquí cuando la ayuda comienza a ser canalizada, tanto para decidir a quién se brinda como de quién se recibe. Es también aquí cuando, una vez que ya fue experimentada la naturaleza humana en su esplendor, ahora sí se reflexiona sobre los líderes espontáneos, se les cuestiona y chocan opiniones, intereses y acciones a seguir sin beneficiar absolutamente a nadie mientras que por el contrario sí perjudican retrasando la acción. Es aquí cuando volvemos a ser una especie superior, cuando nos particionamos y cada individuo vuelve creer que conoce la manera correcta de proceder ante tal o cuál situación. Es aquí cuando vuelve a importar el sexo, la raza, la religión y la ideología por más que se trate de negarlo. Es también aquí cuando aparece gente que aprovecha la situación para beneficio propio y despoja a los demás de sus pertenencias, ya sea literalmente asaltando o elevando oportunista y estratosféricamente los precios de productos básicos.

Es importante mencionar que ese momento de lucidez humana no funciona con un reloj propio, si bien el inicio sí es más fácil de distinguir ya que normalmente se encuentra marcado por el momento inmediato a la tragedia, el final de éste difiere en cada ámbito de la sociedad. Esto ocurre, creo yo, debido a que no todas las personas experimentan la tragedia de la misma manera; hablando desde el plano físico: dónde lo vivieron y lo que vivieron, como desde el plano personal: las reflexiones que causó en cada uno y las enseñanzas que deja. Es así que alguien que no vivió la peor versión de la tragedia, y que cuenta con una serie específica de trasfondo personal ideológico y psicológico, se puede atrever a aprovechar la posición indefensa de personas, que vivieron algo mucho peor, inmediatamente después de que ocurrió el suceso. O que los directivos de algunas empresas comerciales o de medios se atrevan a lucrar con el evento a partir del segundo día de que pasó. Sería erróneo decir que intento justificarlos, y al contrario los desprecio infinitamente; mas si no es por esta explicación no puedo acabar de entender su manera de pensar y actuar en una situación como ésta.

Y, sin embargo, haber experimentado ese breve momento de una utópica realidad humana me llena de esperanza al saber que ese estado de consciencia se encuentra dentro de todos. En distintas proporciones, tanto temporales como de magnitud de acción, pero al final de cuentas está ahí. Es lamentable el hecho de que se necesite un catalizador catastrófico para hacerla brotar, pero ciertamente sería mucho más doloroso que, como hasta antes de este temblor se sospechaba, no existiera en absoluto en cada uno de los actantes políticos, sociales y económicos de nuestro país.

- LJS

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